Y como curiosidad, un secadero de pescado y carne de caza, deshidratadas exclusivamente con los gélidos vientos que azotan la zona.
Y finalizamos la jornada con una visita al museo del Ártico, dedicado a los numerosos exploradores y cazadores que poblaron el Ártico. Un barrio con las edificaciones más antiguas que se conservan en la ciudad, como es habitual, todo en madera.
Nos queda pendiente la caza de las auroras boreales y el cambio de ciudadad, destino Bergen, pero eso será tema para las siguientes entradas.
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