viernes, 22 de noviembre de 2013

PASEANDO POR EL ALBARRACÍN

De trayecto a Cuenca, una paradica obligada a la Sierra del Albarracín, un lugar agreste y solitario donde el viajero puede respirar una paz inusitada. Un pueblo mimado por el turismo pero que conserva ese acento histórico del medievo.



Una población nacida al amparo de una fortificación que perfila una sierra dormida entre leyendas de invasiones y bandoleros.


Un privilegio manado de este suave otoño que nos brida este contraste entre el colorido de la ribera y la dureza de la esteparia sierra.


 
Y la obligada inmersión entre sus afiladas calles que escalan por la empinada ladera, entre rojizas casas y posadas.

Un mundo aparte de la meseta castellana, imposible dejar en el olvido.