Entramos y puede que a alguno le decepcione un poco, porque prácticamente, todo lo que se ven son piedras por los suelos, así que lo que hay que hacer es activar la imaginación y de paso, ganas de soñar un poco.
Lo primero que se ve es el Gimnasio y seguido la Palestra, lugar donde se practicaba la lucha y como podéis imaginar, de aquí viene el significado actual de "salir a la palestra".
Y si seguimos la visita, llegamos a la residencia de los invitados y la de los atletas. Hay que entender que llegaban miles de visitantes a presenciar los juegos cada cuatro años, pero estos se alojaban fuera del recinto deportivo, permitiendo sólo pernoctar en el interior a los atletas y a invitados distinguidos.
También había edificaciones conmemorativas sin una utilidad específica, como el Filipeo, construido por Filipo II con motivo de la victoria en la batalla de Queronea.Único tempo dedicado a humanos, en lugar de dioses.
Pero lógicamente, como era lo habitual en el mundo griego, no podían faltar los templos para la adoración de los dioses, como el templo Hereo, dedicado a la diosa Hera
Y lo que no puede faltar en unas olimpiadas, la llama olímpica.
La imagen puede llevar a equívoco, la llama se encendía en el altar de Zeus del primer plano. La construcción del fondo es un construcción romana posterior.
Y aunque con poco protagonismo de piedras, el estadio donde se celebraban la gran parte de las competiciones. Era una espacio con gradas naturales en pendiente donde se colocaban los espectadores. A la derecha de la imagen se puede observar la "exedra" donde se colocaban los jueces y los ciudadanos de especial categoría.
Os podéis imaginar qué sería en aquella época salir al estadio por este pórtico-túnel donde esperan vociferantes 46.000 espectadores. Tenía que ser algo espectacular. Además, cuando un atleta era seleccionado para ir a los juegos, pasaba automáticamente a pertenecer a la alta sociedad.
En pocos días nos vemos saliendo del Peloponeso.
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