Para retomar la vuelta a la red con mis fotografías, qué mejor que el último viaje turístico a Gijón, que entre sidriña y sidriña se dejó fotografiar con ese paisaje tan representativo del cantábrico.
Una bahía que impresiona por su larga extensión de fina arena blanca susurrada por gélida agua que tantas historias de corsarios y pescadores puede contar.
Quizás ese cielo plomizo que tan poco gusta a los que deciden visitar una zona de playa, fue una oportunidad para plasmar la luz cotidiana de un paisaje torturado por los húmedos cielos costeros.
Una ciudad defendida por una batería de cañones que los siglos y la herrumbre los han integrado en un urbano paisaje que nunca pudieron imaginar los que allí velaron por mantener esa vida con sabor a sal.
Y de la violencia de los cañones la ciudad pasa a ser defendida por la escultura de Chillida presidiendo la agreste costa asturiana, como fiel vigía oteando su rutinario gris horizonte.